jueves, 18 de febrero de 2010

Si mi biblioteca ardiera esta noche, Aldous Huxley


Este libro que publica Edhasa contiene una selección de ensayos de los ensayos completos publicados en inglés. Ocupan a Huxley temas como las drogas, la música, la literatura, la pintura y el futuro de la humanidad. La mayor parte de estos escritos son textos breves que fueron escritos para diferentes revistas (Hearst, Vanity Fair, The Weekly Westminster Gazette, On the Margin…).

Huxley fue un hombre curioso. Conocía al dedillo el imaginario occidental ( y no sólo éste) de la alta cultura. Ejerció la crítica con derecho (ésa es, en el fondo, la máxima aspiración del crítico; el acierto o lo otro son menos importantes), y credibilidad.

A través de estos ensayos no siempre ensayos se acerca el lector a una especie de todoterreno cultural arrollador y elegante. Un todoterreno pedante a ratos, elitista siempre, pero (lástima que “elitista” me quede negativo) con una lucidez extraordinaria en su portentoso recorrido.

No hay duda de que Huxley sabía pensar. Su capacidad de abstracción es admirable, y sus razonamientos limpios y sencillos como números enteros. (No es menos admirable su incapacidad para parecer humilde, que a veces nos desata la ternura.) Tenía el talento de saber qué era lo importante. Muchas personas son incapaces de seguir una serie de 5 números. Huxley aventuró una parte, con buenas aproximaciones y sin ensanchar metáforas, de la serie más difícil: la de las auroras infinitas.

Hay muchos ensayos destacables. El que da título al libro me recordó a Pappini (tela, Pappini), ya no sé si a Gog o a El Libro Negro… Si la biblioteca de Huxley hubiera ardido (se ve que después ardió, según dicen por el prólogo, ¿cómo extrañarse?) hubiera vuelto a comprar las obras de los siguientes autores: Shakespeare, Chaucer, Homero, Milton, Donne, Dante, Marvell, Wordsworth, Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Yeats, Eliot, Proust, Joyce, los dos rusos, Dickens, Balzac, Stendhal, Choderclos de Laclos, Benjamin Constant, Fielding, algo de Flaubert, Conrad, D.H. Lawrence, Montaigne, Pascal, Bacon, Gracián, Traherne, Dryden, Voltaire, Addison, Hume, Johnson, Coleridge, Lamb, De Quincey, Macaulay, Emerson, Bagehot, Saint-Beuve, Mathew Arnold, Ruskin, Schopenhauer, Heine, Woolf, E.M. Forster, More y Babbit (ensayistas dice que son), Alfieri, Byron (las cartas, que publicó en parte Tusquets y que estoy leyendo ahora), Lorenzo da Ponte (libretista de Mozart, dice), los diarios de Goncourt y los de Scawen Blunt. No estaría de más añadir que Huxley estudió en Eton.

Bueno, encontré lo de Pappini (de El libro Negro resulta ser), corto y pego:

»El Antiguo y el Nuevo Testamento serán los primeros libros que se grabarán, versículo por versículo, desde el primero hasta el último. En cambio, haremos una antología de los escritos de Confucio, del Avesta y del Corán . El Oriente deberá ser sacrificado, ello me causa remordimiento y dolor, pero no podemos proceder en otra forma: los Vedas , el Ramayana , el Mahabharata , los Upanishad , Calidasa, Laotze, Chuang-Tze, Firdausi, requerirían miles y miles de planchas de acero.
» Pero nos reabasteceremos en Grecia, madre de toda luz v de todo saber. Los dos poemas Homéricos, una traducción de Esquilo y otra de Sófocles, dos o tres diálogos de Platón, los Elementos de Euclides, la Introducción a la Metafísica de Aristóteles, los fragmentos de Heráclito y de Epicuro, esto bastará para dar una pálida idea de lo que fue llamado «el milagro griego». Roma nos dará menos trabajo: solamente la Eneida será grabada toda entera; de Horacio, de Tácito y de Juvenal bastará hacer una sobria crestomatía. En cambio, brindaremos una edición completa de las Confesiones de San Agustín y abundantes selecciones de la Summa de Santo Tomás. Querría grabar íntegramente la Chanson de Roland , Tristán y la Divina Comedia , así como también los sonetos más hermosos de Petrarca. En cuanto a los modernos, me contentaría con el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam y El Príncipe , de Maquiavelo. Tres o cuatro tragedias de Shakespeare harían compañía al Paraíso Perdido de Milton y al Don Quijote de Cervantes. Añadiría con placer una selección de Ariosto y de Rabelais, grabando en cambio el texto íntegro de la obra Nuove Scienze de Galileo y de los Principia de Newton. En lo que respecta a Francia escogería las Máximas del Duque de la Rochefoucauld, los más hermosos de los Pensées de Pascal, alguna novelita de Voltaire - quizás Cándido - y las Fleurs du Mal de Baudelaire. En cuanto a Alemania bastarán el Fausto de Goethe y el Zarathustra de Nietzsche; de la literatura rusa una novela de Dostoievski y otra de Tolstoi. No se deberá olvidar a la ciencia, la que podrá estar dignamente representada por la obra Orígenes de las Especies , de Darwin, por las Lecciones sobre Psicoanálisis , de Freud y por los ensayos fundamentales de Einstein. ¿Qué impresión le causa mi breve catálogo?».
Le respondí que me parecía excelente, y que no sería capaz de aconsejar quitar alguna de las obras ni añadir otras. Mister Harry Golding continuó diciendo:
- Por desgracia quedan todavía amplias lagunas, y me duele de corazón excluir, por ejemplo, a Shelley, a Leopardi, a Hume y a Kant, así como también a Víctor Hugo y a Rimbaud. Pero, como ya le dije anteriormente, el pensamiento de los enormes gastos me ha obligado a tan penosos renunciamientos. Ya mandé hacer un cálculo aproximado: para la Biblioteca de Acero, tal cual la he pensado, bastarán pocos millones de dólares. Usted es fabulosamente rico, según se dice, y es amigo de la cultura y de la humanidad. Reflexione en que será a usted a quien corresponderá el honor y la gloria de salvar, mediante un pequeño sacrificio de billetes, el tesoro más maravilloso de la civilización humana. Tengo plena certeza de que demostrará ser más inteligente y generoso que tantos otros engreídos magnates a los que me he dirigido hasta el presente, y siempre en vano.


Si mi biblioteca ardiera esta noche es un libro recomendable, y mucho. Los enormes territorios del ser humano están casi todos expuestos a la luz en este libro. Y esto no es común. Es, además, un libro difícil de agotar, por su sistemática dispersión y su altísima densidad poblacional. Copio a continuación pura lucidez:

“En este mundo las cosas verdaderamente importantes no se consiguen con esfuerzo y principios elevados, o ni siquiera por una excelente formación. Se logran por el talento natural con el que nace el hombre y por cuya posesión debe agradecer, no a sus esfuerzos, sino a la misteriosa suerte de su herencia.
Nada es más justo e inmoral y antidemocrático que el genio. Hay miles y millones de personas virtuosas que merecen el don, pero no lo recibieron. Entre los pocos a quienes se les da, ¿de cuántos puede decirse que se lo ganaron? Algunos, sin duda, pero no muchos.”


"Ser de algún modo responsable de otra gente, cuando uno apenas puede asumir responsabilidad por uno mismo, es aterrador."

“La cultura corre peligro de ser enterrada bajo una avalancha de libros. La mente está más libre y más activa que nunca en el pasado; pero por una extraña paradoja la libertad sofoca, el dinamismo es paralizante.”

“La cultura no deriva de la lectura de libros, sino de la lectura exhaustiva e intensa de buenos libros.”

“Los seres humanos son criaturas tremendamente complicadas, que viven simultáneamente en media docena de libros.”

“El pasado, para la mayoría de los hombres, consiste en unos pocos y pequeños archipiélagos de datos que sobresalen aquí y allá en el ilimitado océano de nuestra ignorancia. Nuestra visión de la historia depende de qué conjunto de hechos son más populares en determinado momento.”

“No es que el hombre común, que sabe lo que le gusta, y no mucho más, sea un juez infaliblemente bueno de una obra de arte; no lo es. Pero a la larga es mejor juez que el especialista porque la atención del especialista con frecuencia se ve atraída por cosas perfectamente irrelevantes; elogia y condena debido a detalles que no tienen nada que ver con la cuestión central.”

Huxley fue un escritor aclamado y famoso. El propio Borges veía exagerada tanta popularidad. Se vio atraído por la filosofía oriental y la figura de Jiddu Krishnamurty, ese hombre siempre deslumbrante. Más allá de su obra, Huxley cambió de piel muchas veces, fue tantos que a veces se le nota un vago regusto a máscara (sobre todo en los ensayos más tardíos). Pero esas son las consecuencias del nombre, de Aldous Huxley.

Sin ser un anacoreta conocía los medios necesarios para abstenerse del mundo, sin ser un imprudente impidió que los límites lo acecharan. Como un equilibrista cruzó por regiones poco previsibles, pero con menos talento literario que Zamiatin (oh!, vamos, ¿no han leído a Zamiatin?).