sábado, 27 de junio de 2009

Contra Apión, Flavio Josefo


“Quien no conoce la historia está condenado a repetirla.” La sentencia, que ya es de todos, apareció en la cabeza de G. Santayana. La considero falsa en muchos sentidos. Por un lado supone que el mundo es (en exceso) manipulable; por otro, juzga la iteración de forma negativa. En los dos casos yo pensaría del revés. Supongamos la locura (a despecho de Heráclito) de que una misma situación se repite, con total exactitud, dos veces en la historia. El segundo que la vive es un sabio de memoria formidable. Frente a dicha situación puede que el sabio tenga una determinada intención, pero recuerda que eso mismo salió mal (o bien) en aquel tiempo, en aquel lugar. Siendo sabio sólo modificará su intención por evitarse el sonrojo del ridículo de imitar a tal o cual personaje, porque sabe que al antes va a cambiarlo el después. Evitará pues los rubores de la copia, pero también la sorpresa de contemplar el éxito de lo que en otro tiempo fue un fracaso.

Digamos que la historia tiene el formato de la página. Esta frase es también una versión de lo que ya dijera Tolstoi: “Todo sucederá como si estuviera escrito”. El lenguaje puede contar lo que ocurrió, pero no puede contar la verdad, y más cuando se elimina la repentina iluminación de las metáforas. El ya inmortal Gabriel García Márquez, en su Vivir para contarla, escribió esta cita: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Muchos encontraron pegas a este pensamiento. De repente había un centro dinamitado, una convención que se ponía en duda. La posibilidad de alterar lo ocurrido en beneficio de la estética no gustó a muchos académicos.

Flavio Josefo fue un historiador judío del s. I. Le preocupaba contar la verdad, le preocupaba que otros no la contaran o la modificaran. Durante la revuelta judía que acabó con la destrucción del Segundo Templo estuvo al mando de las tropas judías en Galilea. Cayó preso frente a las tropas de Vespasiano, pero su cultivada educación y la predicción (dicha cara a cara) de que éste sería emperador, acabaron otorgándole, con el tiempo, la ciudadanía romana y una inmensa finca en Judea. Convertido en ciudadano romano dedicó su tiempo a la escritura de libros de historia judía. Los judíos lo consideraron (puede que el empleo del presente sea también correcto) un traidor.

Contra Apión es un libro atípico en toda la obra de Josefo. Es una defensa de la raza y las costumbres judías frente a las continuas críticas y acusaciones vertidas en otros libros. Apión lidera un considerable grupo de escritores (Manetón, Queremón, Lisímaco…) que atacaron, desacreditándolo, despreciándolo, al pueblo de Josefo.

Muchos cuestionan su antigüedad y la refutación de Josefo es extensa y elegante. Manetón, en su Historia de Egipto, relata la conquista de Egipto por los judíos y su posterior expulsión. Josefo cuestiona las causas de dicha expulsión y la cronología. Limpia la figura de Moisés (hombre indescifrable), que salía maltrecha en el relato del egipcio. Hasta aquí las consideraciones son históricas.

En el libro segundo (la obra tiene dos) se refutan acusaciones variopintas. Se dice que los judíos son culpables de la sedición de Alejandría, que adoran cabezas de asnos, que juran odio eterno a los extranjeros, que practican el asesinato ritual (lo misma acusación que tuvo que rebatir Apolonio de Tiana). Algunas de estas acusaciones parecen ser de épocas recientes. Apolonio Molón dice que son “los bárbaros más ineptos, y, en consecuencia, los únicos que no han aportado nada útil a la humanidad”. Josefo encuentra siempre la manera de desmentir estas cosas. A veces de modo visceral y gracioso: “…nosotros no concedemos honor ni prerrogativa alguna a los asnos, como hacen con los cocodrilos y las víboras los egipcios, que consideran dichosos y merecedores de la divinidad a los que son mordidos por las víboras o devorados por los cocodrilos”.

En la parte final se exponen la vida y la fe de los judíos. También las virtudes de las leyes que nos dejó Moisés. El tono es claramente apologético.

A Contra Apión, como a todos los libros con propósito refutatorio, le falta brillantez. De todos modos el escritor de Las guerras de los judíos y Antigüedades siempre sale bien parado. Sus claras exposiciones y sus impecables razonamientos son un regalo que no todos pueden dar. Pero este libro da para poco más:

Flavio Josefo dice de los griegos: “Los que se dedicaron a escribir no se esforzaron en buscar la verdad, aunque esa es su promesa constante, sino que intentaban demostrar su habilidad literaria”. Pero yo me pregunto: ¿dónde hay más verdad?: ¿en la Odisea o en la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano? Desde luego en la Odisea (y no lo siento por Gibbon, cuya obra es impresionante). La ficción, cuando consigue esa cumbre del mito, es la ciencia de la Historia, la de todos, el descubrimiento y la aplicación del método inductivo que tanto defendió Bacon al acontecer diario, la suma teológica de los tiempos. Se ve que hablo en otro plano y que todos entendemos a Josefo, pero reincido:

Del mito sólo se libra quien lo ha vivido, quien no lo ha conocido como mito. Ese hombre supuesto es el que sabe lo que realmente pasó en Hameln (Hamelin). Más que como empecé yo acabaría: “Quien no ha vivido la historia está condenado (o invitado) a repetirla”.

1 comentario:

El blog de Mila dijo...

Iván este no me lo pierdo, ya tengo libro para el verano. Tu cr´tica estupenda como siempre.

Un beso