jueves, 9 de julio de 2009

La despedida, Milan Kundera


La literatura de Milan Kundera es grata y reconocible (si no es el primer libro que se lee de él). La despedida data de 1975 y es su tercera novela. A un jurado italiano le pareció el mejor libro publicado ese año en su estirado país.

La historia se divide en cinco partes (cinco días) y se desarrolla en un balneario de la antigua Checoslovaquia, entonces bajo un gobierno comunista. El balneario es una especie de refugio donde apenas llegan ecos de la problemática social de aquellos años en esa patria desaparecida. Es, pues, un islote social donde confluye gente acomodada o rica, algunos extranjeros. Hay que decir que la clientela es mayoritariamente femenina: el balneario ofrece tratamientos de fertilidad.

Cada uno de los días o las partes se divide en diversas entradas numéricas, de extensión variable, que evitan transiciones innecesarias y delinean el interés de la trama. La mayoría de estos pequeños capítulos son diálogos aunque hay también algún monólogo interior.

La despedida nos habla de la infidelidad, del aborto, de los celos, de la hipocresía, de la indiferencia, de la muerte, de la indiferencia de la muerte. Entre los personajes, que son pocos, hay más hombres que mujeres. Hay uno especialmente conseguido, el Dr. Skreta, el médico del balneario, un vividor con una peculiar forma de entender la vida. Es el verdadero eje de la historia. También están Klima (un virtuoso de la trompeta) y su mujer; Bertlef, un americano enfermo que vive prácticamente encerrado en el balneario; Jakub y su “ahijada” Olga; Ruzena, protagonista, empleada del balneario, y Frantisek, un novio suyo. (Si Ruzena se hubiera llamado Rutena, como esa nación antigua y desperdigada, cabría una interpretación simbólica llamativa que convertiría a Kundera en un profeta.)

Como otras veces, el autor se revela un experto en esa espeleología del alma que tantos han evitado o han atacado sin éxito. Pero esto, en su caso, tiene algunos tristes efectos: Kundera sabe de qué quiere hablar en todo momento, sabe lo que quiere decir él. La forma en que el lector percibe esto resta espontaneidad a los personajes, les quita vida. La historia como tal se queda acartonada como una orden. Es, quizá, demasiado rígida, demasiado tensa para no dudar en algunos momentos, pero esa intransigencia de Kundera tiene también algo positivo que no sé precisar.

Ignoro si Kundera pensó en algún momento lo mismo, pero en La insoportable levedad del ser, que es magistral, estos defectos, aunque permanecen, están ya a dosis bajas de medicamento o se han convertido en virtudes. Lo logra con una mayor carga filosófica, evitando diálogos, aumentado esos incisos rescatados de páginas perdidas o que la gente, por regla general, no ha retenido. Ya están en La despedida: San Simón el Estilita, ese hombre empeñado en vivir sobre una columna; San Lázaro (Zographos), que fue un pintor bizantino a quien se le prohibió pintar (como a aquellos brahmanes expulsados de la sociedad por su amor a la música de La ajorca de oro); Herodes (como Bulgakov en El maestro y Margarita; qué grande Bulgakov).

En la novela se dicen grandes verdades y grandes mentiras. Pero no agobiaré al ocasional lector de estos apuntes. Me quedo con una reflexión valiente cuyo tema (que desmenuzó Canetti) no suele ser habitual en las novelas: “El alma de la masa, que en tiempos se había sentido identificada con los míseros perseguidos, se identifica hoy con la miseria de los perseguidores”.

En fin: la novela nos deja sensaciones positivas (pero no nos vuelve mejores), un rato tristes y la sensación de habernos sublevado contra ese personaje, ese insulto.

Si yo hubiera sido amigo de Kundera y me hubiese pedido consejo, hubiera hecho todo lo posible por evitar la comparación de Jakub con Raskólnikov.

3 comentarios:

un genio del montón dijo...

Novelaza Foe y novelaza La despedida.

a.a. dijo...

Hola genio, buenos libros los dos, sin duda. Mejor Foe, me parece.

un genio del montón dijo...

Pues no sé. Releo ahora La inmortalidad y me tiene atrapado, ventajas de tener mala memoria. De Coetzee me quedo con su hit: Desgracia.
Aunque a ti que adoras a Dostoievski seguro que te mola más El maestro de Petersburgo. No he leído nada de Hasek, ahora leo tu reseña a ver si me animo. Abrazo.